Ermita de Santa Bárbara

En el cerro del castillo se halla la Ermita de Santa Bárbara, heredera de la fortificación que allí hubiera, desde la que es posible disfrutar de vistas panorámicas incomparables.

La ermita de Santa Bárbara, heredera de la fortificación que hubo en el mismo lugar, es un edificio muy extraño. Sometido a reformas y adiciones en diferentes etapas, al exterior tiene un aspecto como de torreón rectangular con el piso bajo, que es el que constituye propiamente la ermita, semiexcavado en el terreno, ahondado en el propio cerro. Al interior encontramos un espacio abovedado, reforzado con arcos fajones de perfil apuntado, de aspecto rudimentario como corresponde a cualquier edificación rupestre. Las paredes, arcos y bóveda están lavados con una sencilla capa de yeso. Al fondo, a mano izquierda, una puertecita conduce a una reducida estancia de planta cuadrada, con paredes de aparejo muy irregular y cubierta con una cúpula hemiesférica de ladrillo, abierta en el centro. Esta cúpula apea sobre pechinas y descarga el peso sobre arcos del mismo material que descansan en las cuatro esquinas. En el lado norte hubo un acceso con escaleras, hoy cegado, del que solo se conserva el arranque, cubierto con bóveda de ladrillo por aproximación de hiladas. Su función es, hoy por hoy, una incógnita: no se sabe adónde podría conducir.

Al exterior cuenta con un porche moderno. Las paredes están hechas a base de mampostería entreverada con hiladas de ladrillo, que es asimismo el material que refuerza las esquinas. El conjunto remata con una espadaña escalonada, también moderna.

Da la impresión de que se trata de un edificio reaprovechado, al menos en su parte baja. Aunque no puede asegurarse que aquí ocurriera lo mismo, fue habitual que tras la reconquista de una localidad musulmana, el nuevo poder cristiano adaptara los edificios existentes para sus propios usos militares o religiosos, y que en el ámbito rural se construyeran pequeñas iglesias junto a las fortalezas, en el típico binomio medieval iglesia-castillo que caracterizaría a los enclaves cristianos. Pudo ser, pero solo pudo ser, que en este caso se aprovechara la parte baja de un recinto defensivo que no solo ocuparía la cima del cerro sino también su parte baja, para establecer allí una iglesia hoy dedicada a Santa Bárbara.

Frente a la entrada de la ermita hay una pequeña explanada que se asoma a un terraplén; seguramente, en época islámica el castillo mantendría un espacio vacío a su alrededor, de seguridad, defendido seguramente por muralla, que serviría de refugio a la población en caso de peligro. De hecho, hasta la actualidad sigue sin haber viviendas en la parte alta del cerro, y tan solo se aprecia la existencia de pequeñas bodegas excavadas en la tierra, hoy arruinadas.

La ermita cuenta con un retablo barroco de escultura dedicado a Santa Bárbara, en el que merece destacarse la talla de la titular, en la hornacina del centro, con los atributos iconográficos que la identifican y acompañada por las figuras de San Miguel y San Roque, en las calles laterales. La mazonería del retablo, de abultada talla, lleva columnas salomónicas en los extremos y, separando las calles centrales, bustos de figuras femeninas con frutas, a modo de cariátides. El conjunto está ricamente policromado. En el remate, sobre peana y bajo un arco profusamente decorado con motivos vegetales en relieve, se colocó un Ecce Homo. La escultura es de calidad, especialmente en el caso de la imagen de Santa Bárbara, aunque también en el de los santos que la flanquean. Es remarcable la talla del demonio que aparece bajo los pies de San Miguel, representado como ángel-soldado, por la expresión despavorida de su rostro monstruoso, que adivina el golpe que el santo está a punto de descargarle con su espada, en representación del eterno combate entre el Bien y el Mal.

 

Texto: Marisancho Menjón, historiadora del Arte