Iglesia parroquial de Santa Ana

La iglesia parroquial de Santa Ana se ubica en la plaza del Palacio y data del siglo XVII. No obstante, al construirse el Palacio de los Condes de Argillo, el templo fue objeto de reformas, con el fin de integrarlo en el conjunto.

Fundada por la condesa Ana Martínez de Luna y Manrique en 1633, para dar servicio a la más abundante población cristiana que empezó a llegar a la villa tras la expulsión de los moriscos, fue concluida diez años después. Sería, sin embargo, muy reformada en los años 70 de ese siglo a la par que se construía el palacio, pues el señor de Morata quiso que el templo estuviese unido física, visual y simbólicamente a él.

De la obra original se conserva el cuerpo de naves y el crucero, la fachada principal con su portada, de un barroco tan clasicista en ladrillo, y el cuerpo bajo de la torre, en mampostería. A la fase de la reforma corresponden el presbiterio (que aún sería ampliado en el siglo XIX, dándole mayor profundidad), las bóvedas, la sacristía y, al exterior, la fachada que da a la plaza, con su balconada en doble arco sobre columna dórica, más la nueva portada que se abrió por este lado, y los cuerpos superiores de la torre, rematados por un vistoso cupulín de tejas vidriadas en azul. Al interior es una iglesia muy amplia y luminosa, característica acentuada por hallarse sus muros y bóvedas completamente pintados en blanco o colores muy claros, neutros. Los condes tuvieron conexión directa con este espacio a través de una tribuna en alto desde donde asistían a los oficios religiosos, hoy convertida en celosía. Puede verse en lo alto en el muro de la Epístola (la derecha según se mira al altar), en le primer tramo de la cabecera, junto al crucero.

Conserva buenos retablos de los siglos XVII y XVIII. El mayor es el de mayores dimensiones y calidad: está dedicado a la titular, Santa Ana, y está compuesto por una decena de lienzos pintados sobre una mazonería clasicista de madera sobredorada. Presidió la iglesia antigua, esto es, es una obra anterior a la reforma impulsada por Sanz de Cortes. También es muy hermoso el retablo del Santo Cristo, datado asimismo en el siglo XVII.

Texto: Marisancho Menjón, historiadora del Arte